jueves, marzo 27, 2014

Alberto García-Teresa



Sam Jinks
Embrace 2010
Mixed media
53.0 x 91.0 x 32.0 cm


Alberto García-Teresa
De Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013)


tantos construyendo cerrojos
y tan pocos buscando llaves.

Tríptico de la memoria

I
«Nunca aprendieron a besar»
(Javier Bello)

NUNCA APRENDIERON A besar
porque el horror les había
desfigurado el rostro
y el odio
les había carcomido los labios.

Con las encías cuarteadas por la Historia
y las pupilas abrasadas,
desistieron de acariciarse
con muñones y palpar
cicatrices y pesadillas.

Expertos en el idioma del delirio,
en vestimentas de llagas,
se arroparon con el dolor
para poder encarar la escarcha
hasta perder la altura de sus cuerpos.

Sin embargo, las noches
de luna nueva sienten
palpitar la mandíbula
con un serpenteo de constelaciones,
y les tiemblan los codos
ante una sonrisa.

Allí entonces estaremos
siempre, aguardando
con las piernas dispuestas
y el presente desabrigado
para abrazar su experiencia.

II
(DICTADORES)
SI CADA UNO de tus muertos
dejase su cuerpo intacto sobre la tierra,
permaneciera allí donde su columna besó el suelo
sin desaparecer, como tampoco se pierde su sombra
en nuestro latir, en los empinados sueños...

Habría a quien no le importase caminar aplastando
                                              blandamente sus huesos,
pero su presencia, tal vez,
atormentaría sus tobillos tal como se clava
su estilete en nuestro amputado abrazo
y, ójala, construyesen con sus figuras un camino
que señalara la escalada hasta el oxígeno.


III
«Lo que entierran no son huesos
son semillas que van creciendo»
(Barricada)

QUERÍAN QUE SUS aullidos se perdieran
en la honda garganta de los calabozos.
Que su esqueleto fracturado se hundiera
en el tumulto de los años arrasados.

Pero sus hematomas aparecen
cada noche en nuestro costado,
sus ojos quebrados bajo nuestras frentes,
su horizonte asfixiado dentro de nuestros párpados.

Pretendían que la memoria
obedeciera a una orquesta de silencio,
que permaneciera llena
de polvo de óxido de bala.

Pero, como al abrir una granada fresca,
la Historia se descascarilla,
y con sus hilos se ilumina
la sombra de sus pliegues.

Así,
lo que sepultaban
es hoy
el ritmo de nuestras piernas.

Su sal se ha convertido en abono.


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