lunes, marzo 10, 2014

Ángel Calle



Primer día de la Marcha de la Dignidad


Ángel Calle
Utopistas y Desutópatas

ANÁLISIS DE LA POSIBILIDAD
I

La posibilidad es un futuro perezoso.
Nunca, por su propio pie
sale a comprar el pan
a tender nuestras ropas
o a defendernos de un banco.

Reivindico lo existente:
me haré amigo de quien esté de acuerdo en que ganemos
dignamente algún euro para comprarnos un pan
de quien me preste su cuerda y nuestras ropas
de quien me construya atracos compartibles 
contra el banco y sus gestores.

Las buenas intenciones centrifugan
indefinidamente en muchas de nuestras cabecitas
y así no hay manera de poner a secar nuestras posibilidades.

¿Cómo hacer realidades (o cómo rematar la colada)?
Les presto unas pinzas prestadas:
1) no acumulen ni dejen acumular más que la alegría
2) eviten asignarse un precio o adquirir hábitos de mercancía
3) llamen a la puerta de su vecino e interésense por su salud,
por su alimentación y por su nombre.

Recuerden además que las ideas en remojo excesivo
acaban encogiéndose y haciéndose irreconocibles
y hasta mudan de color
(como los muertos).

II

Existe la posibilidad de que el poderoso interrogue al desheredado en estos términos:
“¿Qué tengo que hacer yo, dime, qué tengo que cambiar para que tú tengas pan, vacunas, palabras y libros?”

Para que podamos contemplar esta posibilidad han de examinarse dos posibilidades previas:
a) Que el poderoso diga “cambiar”.
b) Que el poderoso se dirija al desheredado.

La posibilidad b) tampoco viene sola. Solicita la presencia efectiva de otras dos premisas:
a) Que el poderoso y el desheredado estén en el mismo sitio, en la misma planta de hotel o en el mismo salón de conferencias, por poner dos ejemplos, y que además lo que acuerden comience a tener reflejo en la realidad de la semana siguiente, a más tardar.
b) Que el desheredado pueda seguir viviendo en las actuales circunstancias de violencia social.

La posibilidad de la posibilidad de la posibilidad
hace tender a cero la probabilidad de cualquier suceso, de cualquier espacio.

De ahí la manía histórica de abandonar la estadística y cuestionar al poderoso desde la calle.


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