viernes, abril 25, 2014

Antonio Crespo Massieu



François Joly



Antonio Crespo Massieu

Orilla del tiempo

Poema golondrina (con huevo inestable) para Joao Medina

Yo tenía un amigo
que vestía su tristeza con una sonrisa
( era su traje de diario
su complicidad con la historia
su gastado desafío al destino)
Amaba cosas extrañas:
las escondidas callejas llenas de luz y de memoria
libros viejos encontrados en recónditos anaqueles
del barrio alto como humilde ropa tendida de palabras
las viejas banderas de la dignidad y el coraje
( tan viejas y queridas como los libros)
las perdidas huellas de la historia en las calles
algunas ciudades ( cada vez menos)
los trenes checos de nombre rigurosamente impronunciable
el sabio silencio de los sabios
los poemas de Auden.
y las aladas palabras de Homero.

Y amaba también otras pequeñas cosas:
el olor a jacarandá
inundando las calles de la infancia
los pregones para siempre perdidos
el mar cegando con su ruido rompiendo
en espuma la turbadora belleza de las mujeres en África
los días calmos de la Providencia
como un regalo inmerecido
( si esta dicha
este sosiego sajón
cosmopolita y erudito
si todo esto fuera sólo una trampa
y al fin se nos pidiera un pago
que grande sería entonces la herida
del rescate)
Era capaz de encontrar una mañana
a Yahveh esperando el autobús
y reconocerle
como sólo lo haría un rabino sin metafísica
y guiñarle una rabínica sonrisa
también sin metafísica
( las sonrisas son más bien físicas
tan sin decoro
que por reír hasta ríen de la teología)

Amaba tantas cosas
que un día calló para escucharlas
y fue primero un vuelo de palomas encendidas
sepultando el enigma del perro egipcio
más tarde gaviotas del Tajo posadas
en Lourenço Marques como un puente de olas sin destino 
y luego aún almendros florecidos en Jerusalén
como un olor suave limpiando los muertos
resbalando ungiendo de esperanza a los vivos
Al fin
de tanto callar y escuchar
de tanto mirar en silencio
vio una golondrina blanca
chiaba solitaria detenida en el aire
suspendida en azul en pájaro o sorpresa
y le regalaba su vuelo
como una sonrisa de la Providencia
( como si acaso Providencia
tuviera sonrisa o fuera alas o plumas
como si Providencia no fuera siempre
engaño herida renuncia y distancia)

Pero él
( sonreía sin tristeza
como estrenando traje)
la miró y quiso seguir su vuelo
y ascendió
como un campesino luminoso de Chagall
se perdió por encima de los tejados
con la Torá bajo el brazo
y un violín en un costado
( suceden cosas tan extrañas
en estos imprevistos vuelos del alma en estos
lances de amor que dan al fin a la caza alcance)

Luego, tras la caída
( pues estos vuelos sin control
piratería aérea del alma
terminan siempre en Caída)
se miró en un espejo palabra memoria
desesperanza y ni siquiera un amargo
chiste judío de judíos desdichados
le arrancó una sonrisa
( había perdido su traje en el vuelo
son tantas las cosas que se pierden en estos vuelos)
Y se vio entonces en lo alto de un muro
parloteando extraviados silogismos
( sabiendo ya que todo silogismo es extravío)
exiliado de un tiempo sin mirada
( pues ya entonces eran ciegos los relojes)
y quiso caer perderse para siempre
desde el muro en vuelo imposible
como un huevo roto en el asfalto.
           
Y empezó la lenta caída
lenta como un océano
como un mar infinito de tristeza y distancia
descenso final
volar solitario y torpe
( con la innata torpeza de los huevos cuando vuelan)

Y entonces
a punto ya de caer al suelo
un instante sólo antes del desastre
alzó la vista
( pues era un huevo con ojos
y le gustaba tanto mirar el mundo
desde lo alto de su muro de lamentaciones sonrisas)
y vio una golondrina herida
casi sin plumas pero volando aún y siempre
perdida en el azul como una sonrisa blanca
y despojada
y una ternura triste de colores
que volaba y parecía un cuadro de Chagall
y vio unas palabras
( pues hay huevos que ven palabras
mientras que otros
los huevos vulgares los huevos duros
sólo las oyen)
torpes afónicas lentas arrepentidas
palabras que un náufrago huevo
( los que vagan a la deriva sin decidirse nunca a caer)
le dirigía desde la otra orilla del espejo.

Entonces
cogiendo al vuelo una pluma perdida
de la desplumada golondrina
y una palabra del náufrago sin voz
detuvo la caída
y se puso un traje nuevo de sonrisa sin consuelo.
Para qué seguir cayendo
para qué si nadie iba a creer
una historia tan tonta de un huevo desesperado y tonto
algo tan absurdo y risible como un amargo
chiste judío de judíos tristes.

Esta es la increíble historia
de un amigo que tengo
que amaba cosas extrañas
volaba sin alas con golondrinas blancas
y caía con la pesada tristeza
que sólo tienen los huevos al caer.

Ahora mi amigo
ese que ama cosas extrañas
de nuevo viste su tristeza antigua con una sonrisa nueva
Y es un traje a la medida
( de su tristeza y la mía)  



           

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