jueves, junio 05, 2014

Miguel Ángel Curiel



Mecuro B. Cotto©


Miguel Ángel Curiel

LUMINARIAS
Una luz cristalina se rompe en los ojos. El mar de la Maremma es somero. La tierra entra dulcemente en ese mar después de haber violentado el cielo con sus cumbres rotas. Los gigantes se bañan de cintura para abajo, y si se tumban, la nariz y la boca quedan fuera, así es el Tirreno, somero, turbio. Antes las aguas corrompidas de la Maremma se mezclaban en este mar con las sucias aguas de los políticos florentinos. Mis ojos se rompen con esta luz. Frágiles son mis ojos, dura mi mirada. He subido muy alto y ahora no necesito hablar. Se ve demasiado. La mirada alcanza mucho. No hay necesidad de decir cosa alguna. Estas alturas desde las que se ve el mar. Enmudeces en ellas. Apenas brotan los pensamientos, estos se trizan. Te dispersas demasiado. Miras así y casi no eres. ¿En que podrías proyectarte sin el riesgo de no ser, de desvanecerse en la aproximación de la nada? Poca cosa. No serás más que una luciérnaga en la noche, un puntito luminoso. Alguien cierra la mano y luego se  come esa luz, esa luciérnaga. Lo que se ve desde aquí no te pertenece, pero tampoco tu le perteneces. Sólo podrás decir cosas extrañas en este mundo de luz.


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